Pues resulta que íbamos tres amigos y yo en un cochecito en pleno Reforma, quien iba de copiloto es colombiano, entonces recién desempacado, les platico el cuadro: traje de diseñador, corbata combinada con la camisa, perfectamente peinado a las 21.00 hrs y su forma de hablar típica de un niño fresa al que jamás le ha faltado nada en su vida.
El caso es que el piloto, como buen chofer capitalino, decidió de pronto salirse por una de las calles laterales para ir hacia la Zona Rosa pero íbamos por el carril central, por lo que hubo necesidad de pasarnos a uno de los carriles de la derecha, de tal suerte que el compa que iba manejando le dice al colombiano: oye Uriel, dile a la señora del coche gris que no sea culera, que nos deje pasar por favor...
El amigo colombiano asiente, baja el vidrio de su lado, le hace una seña a la señora y con la mejor sus sonrisas le invita a bajar también su vidrio, la señora le voltea a ver y también le dedica una sonrisa, baja el vidrio, entonces él aprovecha para decirle con la voz más melosa que Ustedes se puedan imaginar:
-Señora, no sea Usted culera, ¿podría dejarnos pasar, por favor?
(Historia verídica)...
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