Eres arena en la playa.
Viniste desde muy lejos, traída por el viento, cruzando océanos de tiempo.
Un día, aterrizaste en la playa de mi vida y a partir de ahí, todo cambió.
Cambió para bien, cambió para mejorar, para tener un motivo para vivir.
Eres arena que todo pule, que en todo deja su marca, que todo lo abrillanta.
Eres arena que al moverse, borra toda huella plasmada en el pasado.
Que todo lo compone, que todo lo soluciona.
Sin embargo, estás a merced de los vientos que el tiempo sopla.
La distancia entre mi playa y tu destino aún no se acortó, por el contrario, crece cada vez más.
Y he puesto en mis manos todo el amor que puedo dar.
Buscando la forma de contenerte dentro de ellas para que no te vayas.
Pero tú, arena de la playa de mi vida, te me escapas, lenta, pero constantemente.
El reloj sigue su marcha y sigues escapándote.
Intento retenerte, que te quedes en el cariño que mis palmas te demuestran.
Aún así, sé que es imposible retener la arena entre las manos.
Por lo tanto, algún día, no quedará más que tocar, que abrazar, que adorar.
Y ya no estarás, porque como la arena, te habrás ido para convertirte en el cristal más puro y transparente del Universo, con ese brillo que ahora está en tu interior, pero que eventualmente relucirá.
Y al final, aún vacías mis manos de ti, habrá algunos granitos que se negarán a separarse de ellas.
Esos granitos serán los recuerdos, las emociones, los momentos, los besos, los abrazos, los "te quiero".
Esos granitos quedarán ahí, en mis manos, en mi mente, en mi alma.
Esos granitos me servirán para que, cuando te conviertas por la mano del destino en lo que finalmente serás, decir con orgullo:
-¿Ven ese hermoso vitral que adorna esa ventana?, es arena que estuvo en mis manos y que con un poquito de mi ayuda, logró llegar a convertirse en lo que ahora es.
Y cada vez que tenga la oportunidad, me sentaré a admirar, a contemplar tu brillante belleza y miraré mis manos, mis recuerdos y podré seguirte amando en silencio.
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