En 1985...
-Podías salir a la calle y solo te preocupabas de no pasar por colonias de malandros o de andar solo muy de noche en la calle.
-Salir con los amigos era para echar el coto y platicar de puras tonterías, pero siempre conviviendo.
-Para hablar con alguien, tenías que ir a su casa y generalmente, terminabas escuchando música en la sala de su casa, mientras jugabas un juego de mesa.
-Si tu novio (a) no estaba en su casa cuando le llamabas, no pasaba nada, su mamá le daba el recado y te devolvía la llamada; lo peor que podía pasar era que le insistieras hasta que le encontraras.
-Era de cobardes terminar una relación sentimental por teléfono.
-Traías tres o cuatro casettes en el carro, que tú mismo grababas de la radio o de tu disco preferido y lo más chido era que tu reproductor fuera autoreversible o que tuvieras ecualizador.
-Los que tenían coche y los dejaban sacarlo a la calle, eran los populares (bueno, eso sigue hasta la fecha).
-Si querías ver una película, tenías que ir al cine; pasaban dos películas, y como nada más tenían un proyector, había tres intermedios para que cambiaran los rollos y se enfriara el aparato; sin embargo, sigo creyendo que era para que consumieras en la dulcería... ah, también era de "permanencia voluntaria", es decir, podías estarte todo el día en el cine.
-Era difícil que cualquier pueblo tuviera una plaza comercial, así que las reuniones con los amigos se pactaban en el campo deportivo o en el parque, los que tenían mucha lana, en el futbolito.
-El Walkman de Sony era el gadget más revolucionario que podías tener para tu uso personal, sin embargo, también una pequeña televisión portatil de leds importada de Japón despertaba la envidia de todos.
-No había libre importación de productos, si querías una videocasetera o una TV de color Sony, tenías que comprarla con los "fayuqueros".
-Viajar en tren era de las cosas más hermosas que podías hacer un fin de semana.
-En la televisión, sólo podías ver tres o cuatro canales, si eras muy pudiente, hasta seis, porque ocupabas dos antenas aéreas. Si el viento movía la antena, alguien tenía que salir a la azotea a moverla y el que se quedaba dentro de la casa, le gritaba cuando ya se veía bien el canal.
-No eran obligatorios los cinturones de seguridad, los niños podían andar como perritos sueltos por todo el carro, sin que nadie se preocupara por eso.
-La mayoría de los juguetes eran tóxicos, filosos o si te pegabas con ellos, podían causarte fracturas, como las bolas amarradas con un hilo que hacían click clack, cada vez que se golpeaban o los yoyos o los baleros. Te permitían jugar con explosivos como los cohetes o las palomas.
-A los niños se les enseñaba beisbol con pelotas profesionales y bates de madera, el bate de aluminio era para los ricos.
-Si querías escribir algo en un papel, necesariamente tenías que usar un lapicero o una máquina de escribir y los maestros te vapuleaban en serio si escribías con faltas de ortografía.
-El bullying era socialmente aceptable, si te quejabas en tu casa por algo que te decían los maestros, te castigaban; si te quejabas por algo que te hacían o decían tus compañeros, te regañaban o te incitaban a que les hicieras lo mismo... "rómpeles un palo en la cabeza", fue el consejo que me dio un día un profesor de educación física de la secundaria, cuando le platiqué mi caso.
-La clase media podía irse de vacaciones al extranjero.
-Si estabas gordo, era síntoma de buena salud; los diabéticos simplemente se morían y ya.
Y luego, llegó un director de Hollywood, Robert Zemeckis, que nos dijo que treinta años después, las cosas serían bastante más cómodas y que tendríamos inventos como patinetas levitantes y coches voladores.
Nos ilusionó con la posibilidad de viajar en el tiempo y vernos a nosotros mismos en 30 años.
La idea de que las zapatillas deportivas se amarraran solas o que pudieras tener una chamarra que te secara cuando lloviera, nos movió de tal forma que aún hoy, seguimos esperando con ansias ver esos inventos en la realidad.
Hoy, a treinta años de Volver al Futuro, me he dado cuenta de que:
Soy de esa generación de transición que mira orgullosa lo que hemos construido para que los jóvenes de ahora, nuestros hijos, tengan lo que no tuvimos, pero también soy de esa generación que mira preocupada que los estamos mal educando, haciéndolos más y más dependientes de la tecnología, más egoístas, menos comprometidos con sus semejantes, más aislados de los cercanos y más cercanos a los que están lejos, empatía que, por cierto, dura muy poquito.
Soy de esa generación que sigue sin entender las relaciones tortuosas que duran tres meses, sigue sin entender en donde se perdió el romanticismo, porqué lo políticamente correcto tiene que ser, sin dar la oportunidad de que existan claroscuros, matices.
Soy de esa generación que recuerda a los Niños Héroes y que sigue creyendo que Juan Escutia murió por la patria. Esa generación que cuando se va lejos de casa, aún derrama una lágrima al escuchar esa canción folklórica que te recuerda a ese café por la mañana, acompañado de una pieza de pan recién salido del horno.
Soy de esa generación que no ve al pasado como algo mejor, sino como algo para mejorar el presente y el futuro, que sabe que la esperanza muere al último, pero que sin embargo, entiende que esta realidad social que nos agobia no es lo que queríamos para nosotros, mucho menos para nuestros hijos, porque no queríamos que el resto de su vida se la pasen encerrados, viviendo para el internet.
Soy de esa generación que ha vivido todo y que ya no se sorprende por nada, porque todo lo nuevo, todo lo que hoy son grandes logros de la humanidad, nosotros lo imaginamos, lo planteamos y lo realizamos.