31 mar 2010

Chiste irreverente a propósito del día...

Estaban dos borrachitos discutiendo:
-Que fue el jueves... -Que no, que fue el viernes... -Oh necio, que fue el jueves... -Tonto y más que tonto, que fue el jueves, te digo... y así...
Hasta que interviene un tercer borrachito y les dice:
-¿Qué pasa?, ¿Por qué pelean?
Y entonces uno de ellos le dice: -Mira es que no nos ponemos de acuerdo si Cristo murió el Jueves o el Viernes santo, yo digo que el jueves, pero este tontejo dice que el viernes, ¿Nos puedes sacar de la duda?...
Y entonces el tercer borrachito les contesta:
-Miren, no recuerdo si murió el jueves o el viernes, pero lo que sí estoy seguro es de que el miércoles santo amaneció muy enfermo...

30 mar 2010

Una vez subí un cerro...

Y en el camino encontré piedras y lodo...
Los árboles bloqueaban el camino y la cima me parecía cada vez más alta...
Cantaban los pájaros y en sus nidos los pajaritos pedían ruidosamente de comer aunque sea un gusanito...
Una que otra culebra se protegía y desde su escondite me acechaba...
Una vez subí un cerro y me encontré que a pesar de lo fatigoso y difícil el paisaje era hermoso...
Las nubes se podían tocar y literalmente se respiraba el aroma de los dioses...
Los pinos, los cedros y todos los árboles emitían una esencia embriagadora...
Y el ruido de ese arroyo que más abajo formaba río caudaloso, sonaba a campanas de libertad...
Aún el sol quemaba un poco menos, consciente de que el esfuerzo debía de recompensarse...
Una vez subí un cerro y logré conectarme con la naturaleza, con la vida misma...
Llegando a lo más alto, volví la cabeza y supe que no había sido tan difícil la subida...
Y a pesar de que retornar era lo más simple, era mejor proseguir porque podría extraviar el camino...
Pasada la duda, alcé la mirada y contemplé la montaña escondida por aquél cerro...
La observé y ahí estaba impávida, expectante, retadora...
Una vez subí un cerro para poder admirar a la montaña escondida detrás de él y una vez subida la montaña, estoy cierto que quedarán más montañas por escalar, pero la vida es lo que es, gracias a nuestro cotidiano esfuerzo y dedicación y a la firme convicción de no bajarnos de las cordilleras que todos los días conquistamos...

23 mar 2010

Buelito pastino...

Se despierta con el sol, mucho antes de los cambios de horarios... su cabello entrecano se levanta de la parte de atrás, reflejo de su apacible forma de dormir, no exenta de ronquidos... de inmediato al baño, se medio peina y enciende el calentador de agua, luego la estufa y su inseparable café de la mañana.

Sale del baño y el ¡Mary, ya levántate que es tarde! se escucha por la casa, si es que ella aún seguía acurrucada en su lugarcito de ese colchón que abarcaba toda la recámara...
Un café con pan, nosotros los invitados, teníamos el privilegio de tomar chocomilk o nesquick de fresa; a veces, no éramos tan afortunados y teníamos que conformarnos con milo y en el peor de los casos calcetose (incluso de fresa, guácala)...
Y luego llega la hora de reunirnos todos en torno al volks, ese en el que empezaría a manejar tres o cuatro años después, y luego entrábamos los cuatro primos en el asiento trasero, mochilas, loncheras, juguetes y muchas ilusiones...
Él abue, siempre nervioso, apuraba a la María, ésta con su carácter flemático era simplemente el reflejo de la mujer segura de sí misma, lejana pero siempre atenta, orgullosa pero más blanda que un flan; en el fondo ambos sabian que nada se caería, que nada pasaría si ellos llegaban cinco minutos tarde, finalmente eran los meros meros, pero ese espectáculo tan bien montado, me sirvió para jamás llegar tarde a ningún lado, la importancia de la puntualidad la tengo grabada a fuego en mi memoria, no hay nada más importante que el tiempo de los demás y sobre todo, cumplir con la propia responsabilidad.
Claro que María siempre llegaba antes que nadie a su trabajo y con ella los cuatro primos, en el camino que es recordado por sus enormes hoyos y falta de mantenimiento, hablábamos y hablábamos, las pláticas siempre eran en torno a todo y a nada, lo que se hizo, lo que se dejó de hacer y lo que se haría en ese momento y después.
El recuerdo de esas mañanas apuradas en el asiento trasero de ese vocho, llega a mi memoria con nostalgia, ¿En dónde quedó la ilusión por ser un pelotero profesional o la doctora de animales o el astronauta o la madre abnegada de cuatro, u otras más que escapan a esta cansada memoria?
Llegando a la escuela, cada quien se iba por su lado, los pequeños al mismo salón, los grandes al suyo propio; las clases eran fáciles, lo duro era superar lo que representábamos, no es fácil ser pariente cercano del mandamás de un lugar, mucho menos en la época en que sí se respetaba a la autoridad.
A la hora que sonaba la campana del recreo, nos reuníamos en la dirección que entonces nos parecía inmensa; flanqueada por su archivero y una mesita llena de triques estaba Mary, mi abuelita, nuestra abuelita compartida, la directora de la escuela; detrás de ella, colgado en la pared el teléfono beige, a un lado la Bandera y el retrato de Juárez y otras cosas más, pero lo que nos movía era que siempre frente a ella, en su escritorio, expectante, se encontraba una inmensa charola llena de picaditas, siempre rojas, siempre deliciosas, el olor de esa oficina es memorable, los maestros pidiéndome que me fuera a jugar y que no me entrometiera en asuntos de grandes, el sabor del jarochito de limón o de naranja, inolvidable.
Pero... lo interesante era la salida, casi siempre el que llegaba era mi abue en su volks, una vez más nos apretujábamos en el asiento trasero, sudados, cansados y hambrientos, pero felices de haber dado un paso más en el camino de esa felicidad que con tantas ansias se buscaba y que parecía que merecíamos.
Llegar a esa casa era genial, a pesar de que siempre había que comer sopa y guisado de algo que invariablemente tenía carne y verduras; pasado el trago amargo de alimentarse con lo mismo y el mismo sabor, hacer la tarea era edificante...
Pero era ese lapso comprendido entre que concluía la siesta el abuelo y en el que planchaba perfectamente sus pantalones grises, el que llenaba el día, la abuela nos mandaba a la calle a jugar y allá nos íbamos mi primo el pequeño y yo, él siempre se quedaba a jugar hasta que le llamaban a cenar y si podía después; yo intentaba batear una o dos pelotas, pero al primer ponche, siempre encontraba el pretexto perfecto para regresar a beber la sabiduría del abuelo.
Lo encontraba sentado ante la mesa, con su revista Siempre en la mano o su periódico Excelsior, pero también el Kalimán, Memín Pinguin, entre otras revistas no tan propias, no tan ortodoxas...
Le imitaba y cogía cualquier volumen de la enciclopedia, Roma, Madrid, Londres, Moscú, las grandes capitales europeas a mi alcance, siempre podía preguntarle lo que quisiera, el abuelo respondía todos los cuestionamientos y si ya más grande me sentaba en su despacho de la biblioteca y quería saber algo más, él contestaba, su saber siempre fue infinito, siempre estuvo fuera de mi alcance, jamás podré saber tanto como él, su poder de súperhéroe era conocer cada autor, cada poeta, cada político, cada persona, por pequeña que esta fuera, además su inteligencia le daba para saber qué artista se había casado con quién y los nombres propios de cada uno de los boxeadores de moda ya fuera mexicanos o extranjeros y por si esto no fuera suficiente, se sabía perfectamente nuestras cualidades y defectos, a todos nos tenía puesto un sobrenombre y cariñosamente nos llamaba así cuando quería nuestra compañia...
El fin de semana era para sacar a pasear al tío quien manejaba, ya sea por la sierra zongoliqueña, ya sea por los cañales en Cuichapa, o a Ixhuatlán del Café o el interminable camino a Paso del Macho o las cumbres hasta Tehuacán... esas aventuras servían para escuchar de viva voz los relatos de su vida en la Escuela Normal Rural (las largas caminatas a la orilla de la playa en Cazones), las siembras de la vainilla, los días de la Revolución, los tiempos de Don Lázaro, de las travesuras en la Normal con el Prof. Melgarejo, su gran amigo, el horno de mi bisabuelo, el fantasma de la señora que le sacó tremendo susto a Don Sózimo o el tipo que amarraron al árbol de chote por borracho, o las inundaciones de San Rafael o la vida en Potrero, las relaciones familiares con sus primos y tíos de Martínez de la Torre, el beisbol con el otro Lázaro y tantas y tantas más que vienen a mi memoria y que lamentablemente ocuparían otra entrada del blog.
Las últimas imágenes que tengo de él son vívidas, el momento en que logró fertilizar la única planta de vainilla sembrada en el Nuevo Córdoba, su cara de satisfacción, la paciencia que siempre le tuvo a su máquina de escribir mientras escribía la novela que jamás habré de leer y que nunca se publicará porque se perdió en el tiempo.
Faustino, eres y siempre serás el ejemplo de vida que habré de seguir, con tus virtudes que eclipsaron a tus defectos, con tus bromas que se convirtieron en anécdotas para mis nietos que hoy disfruto, con los chistes de los alemanes, con tus cigarros Raleigh, que luego evolucionaron a Benson, con tus nervios al preparar los concentrados de calificaciones, con tus guayaberas blancas y pantalones grises perfectamente planchados, con el amor que siempre le prodigaste a la chaparrita, a tus hijos, a nosotros tus nietos...
Dicen que un día mientras yo iba de regreso a trabajar, te quedaste completamente dormido y no despertaste, que dejaste tu cuerpo terrenal y tu vida tomó una nueva dirección en un plano que no comprendo y que tal vez no esté preparado para conocer, pero... considero que alguien se equivocó... no pudiste haber muerto...
Porque cuando veo el amanecer, cuando contemplo el Citlaltépetl, cuando tomo un volante, cuando leo una noticia, cuando escucho la radio o veo una película en el cine, cuando puedo comprender el mundo que me rodea, ahí estás tú, señalándome el camino a seguir, comprendiendo mis errores y aplaudiendo mis triunfos, todo lo que soy de hecho y por derecho lo debo a tu crianza, a todos estos minutos que te robé de tu descanso para preguntarte el por qué de las cosas, esos instantes en que a pesar de ser tan niño, traté de comprender por qué un Ángel tuvo que venir a la tierra a dejar ese amor entre nosotros, y por fin pude entender que los que aún te recordamos, los que te amaremos por siempre, podemos ser felices gracias a que nos enseñaste que nada es tan serio, como para no poder poner una sonrisa en los labios y que la vida hay que disfrutarla plenamente a cada instante y vivirla como tu la viviste, amando y respetando a todos y cada uno de los seres de este planeta...

El viejito...

Iban dos adolescentes caminado por un parque y Juan le dice a José que debe de controlar sus ímpetus, porque todos los días llegaba tarde a su casa y que fumar y tomar le iban a causar problemas de salud...
-Pepe deberías de cambiar, por tu bien...
En ese momento, ven a una persona muy canosa descansando en una banca, bajo un árbol...
-Mira por ejemplo a ese señor, a su avanzada edad, se ve juvenil, lleno de vida, lozano, ven vamos a conocerlo...
Pepe por no dejar le acompaña y una vez junto al señor Juan se dirige a él:
-Señor, con todo respeto, ¿Acaso no es verdad que durante su vida se ha mantenido alejado de los vicios?
El señor se les queda viendo y le contesta a Juan:
-Claro que sí, cuando mucho una o dos cajetillas de cigarro por la mañana y otra por la tarde...
Juan queda en Shock, asi que le pregunta: -Bueno pero, nada de alcohol, ¿Verdad?
-Claro que no, el alcohol es para las heridas, yo tomo wiskey, vodka, vino, ron, brandy... en eso lo interrumpe Juan y le dice... -¡Lo único que falta es que me diga que anda con mujeres!
-Por supuesto, ¿Qué creías?, tengo a Rosa, Martha, Mirella, Fer, Karla y a veces me acompañan una o dos para pasar la noche...
Juan jalándose los pelos dice -Imposible que alguien de sesenta años pueda hacer todo lo que Usted hace...
El viejito le contesta:
-Imbécil, ¿Cómo puedes pensar que tengo sesenta años?, ¡Mañana cumplo 25!

4 mar 2010

El divino Estado de Derecho y el miedo de las autoridades...

Supongamos que Usted es una mamá que todos los días se enfrenta a la violencia doméstica...
Supongamos que un día su marido, esposo u lo que sea, se le atraviesa algo y la corre a punta de patadas (literalmente) de su casa y él se queda con los hijos...
Supongamos que Usted se dirige más rápido que inmediatamente a la Agencia del Ministerio Público más cercana a interponer su denuncia por querella y al declarar, señala que el marido violento se quedó con los menores.
Supongamos que también Usted se dirige a las oficinas del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia y les informa que el marido violento se quedó con los menores.
Supongamos que tiene Usted para pagar abogado y que éste le consigue una orden de custodia provisional en su favor para que los menores se queden a vivir con Usted.
Supongamos que al llegar al juzgado el Juez Penal se entera de que el violento tiene a los menores y que Usted denunció que el marido se los quitó.
¿Qué es lo que sucede?
NADA.
No existe autoridad en éste divino Estado de Derecho que (según ellos) quiera hacerse responsable de reintegrar a los menores con la mamá.
Esto no es nuevo, en México la mayoría de las autoridades no ejercen sus atribuciones porque les da terror hacerlo, no están preparados sicológicamente para enfrentar las responsabilidades del cargo.
Sólo van a cobrar la nómina, sólo se encargan de los asuntos superficiales, es un "yo hago como que trabajo, para que no me corras y punto".
Sólo la Sociedad tiene el poder de cambiar las cosas y debemos y tenemos la obligación histórica de hacerlo, ¿Qué otra cosa le podemos legar a nuestros hijos, si no?