Y en el camino encontré piedras y lodo...
Los árboles bloqueaban el camino y la cima me parecía cada vez más alta...
Cantaban los pájaros y en sus nidos los pajaritos pedían ruidosamente de comer aunque sea un gusanito...
Una que otra culebra se protegía y desde su escondite me acechaba...
Una vez subí un cerro y me encontré que a pesar de lo fatigoso y difícil el paisaje era hermoso...
Las nubes se podían tocar y literalmente se respiraba el aroma de los dioses...
Los pinos, los cedros y todos los árboles emitían una esencia embriagadora...
Y el ruido de ese arroyo que más abajo formaba río caudaloso, sonaba a campanas de libertad...
Aún el sol quemaba un poco menos, consciente de que el esfuerzo debía de recompensarse...
Una vez subí un cerro y logré conectarme con la naturaleza, con la vida misma...
Llegando a lo más alto, volví la cabeza y supe que no había sido tan difícil la subida...
Y a pesar de que retornar era lo más simple, era mejor proseguir porque podría extraviar el camino...
Pasada la duda, alcé la mirada y contemplé la montaña escondida por aquél cerro...
La observé y ahí estaba impávida, expectante, retadora...
Una vez subí un cerro para poder admirar a la montaña escondida detrás de él y una vez subida la montaña, estoy cierto que quedarán más montañas por escalar, pero la vida es lo que es, gracias a nuestro cotidiano esfuerzo y dedicación y a la firme convicción de no bajarnos de las cordilleras que todos los días conquistamos...
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