24 sept 2010

Veracruz después de Karl...

Veracruz, ese rinconcito desde donde el pescador se hizo a la mar, el lugar de muchos de mis más gratos recuerdos... aunque hoy te cuesta mucho más trabajo cantar que sufrir, mi deseo más ferviente es que pronto se supere la pena de tener un enorme espacio lleno de agua, un lugar en donde nada nacerá en mucho tiempo y en el que las ilusiones murieron más pronto de lo que alcanzaron a crecer.
Nada más salir de Córdoba es empezar a apreciar la fuerza de la destrucción de la naturaleza, el Río Seco, normalmente lleno de piedras más que de agua, alcanzó a erosionar más del doble de su anchura normal, por todas partes se ven los despojos de los árboles arrancados de cuajo en sus márgenes.
Luego pasar por Cotaxtla, su río se asemeja hoy más que nunca a los ríos que se observan cuando bajas a Tapachula, esos que acabaron con poblaciones enteras en Chiapas y que también hicieron lo propio con las carreteras y las vías de comunicación férreas, como en Cotaxtla las márgenes del Río son arenosas, el río se llevó hectáreas completas en los lugares en donde tuerce, arrastrando ese material directamente hacia el Puerto de Veracruz.
Luego la miseria, las olvidadas y anegadas chozas de los humildes campesinos asentados a las orillas de la autopista, esa que siempre pedimos que reparen pero que hoy sólo nos importa que nos lleve con bien a tratar nuestros asuntos, esa que inaugurara el todavía mandamás de este país, esa que se hiciera en tiempos de la "Solidaridad".
Kilómetro 82... ¿U 86?, no me fijo... en este sitio la fuerza del agua rompió la carretera, tenemos que dejar nuestro carril y entrar al del sentido contrario durante 9 kilómetros más, en todas y cada uno de los lugares en los que cruza normalmente el desagüe de la autopista, se observan los troncos y basura que dejó la fuerza de la corriente, eso me hace entender con más facilidad por qué la carretera se destruyó.
Llego a la caseta y se normaliza la circulación, muchos anuncios espectaculares sobrevivieron la fuerza del viento, otros no, me causa hilaridad que precisamente el que me gustaba, el de la chica en bikini, ese desapareció... luego permitirme ese segundo de frivolidad, regreso al mundo real, del lado derecho de la vía, agua y más agua...
Subo el puente de la Cabeza Olmeca y observo la fila de autos que baja hacia la prolongación Díaz Mirón, mi destino es hacia el aeropuerto por lo que no puedo evitar bajar hacia allá, retorno hacia Xalapa y la carretera está anegada de las aguas del canal de la Zamorana, ese que debió de servir para desagüar el Floresta y terminó inundándolos esta vez.
Aunque llevo los cristales cerrados, me doy cuenta por el olor, de que es agua sucia, de drenaje, todos los autos en el Puerto tienen esa característica inusual: lodo en todas partes, suciedad y sobre todo, ese bendito olor a drenaje que no se te quita sino hasta que te acostumbras a él.
Hay psicosis colectiva, los autos quieren ir más rápido, pero sin embargo hay algo más inusual: te ceden el paso; esta situación me recuerda a lo sucedido en el Distrito Federal a partir del terremoto de 1985, las personas como que cambiaron, tomaron conciencia de su pequeñez, de lo importante que es la convivencia.
Me entrevisto con un Agente del Ministerio Público, en las oficinas puedes observar como una constante televisores, reproductores de CD, mucha, muchísimas botellas, cartones y latas llenos de cerveza, y todos estos productos están llenos de lodo, producto de la rapiña estúpida que cometieron los que creen que a ellos nada les va a suceder jamás.
Me dice el representante social a pregunta expresa: "Tenemos la instrucción de consignar a todos los que cometan rapiña, sin derecho a fianza"; dentro del caos reinante esa decisión es una de las más importantes, las autoridades están poniéndose las pilas, castigo a los abusivos sin darles ninguna opción.
Luego de concluir mi entrevista, me dirijo hacia la zona del malecón, usualmente tomo la vía por enfrente del Floresta para entrar al Puerto, pero hoy tengo que tomar rutas alternas porque el paso por ahí es lento y tedioso y me están esperando. Así que me enfilo hacia el rimbombante puente del "Bicentenario", es una pena, una de las más importantes fuentes de empleo de la Ciudad y la más grande compañía de pan, está también inundada, los empleados están haciendo labores de limpieza y me imagino que tendrán que desinfectar todo mucho antes de poder hornear nuevamente cualquier clase de pan de caja.
Una ferretería cerrada, la gasera también, en fin, hasta un auto de super lujo guardado en las oficinas corporativas de una famosa papelería muestra signos de haber sido afectado, lo siento por Don Antonio, ese coche debió haber sido una de sus más preciosas posesiones.
En fin, subiendo el famoso puente, ese en donde el dirigente de los destinos de los recursos federales recibiera los reclamos de los veracruzanos que aún hoy no tienen la ayuda que desean, se observa que ya hay circulación hacia Medellín, no tengo la menor intención de ir para allá, pero no hace falta para saber la magnitud del daño, decenas de personas en chanclas, pantalones cortos, camisetas, llenos de lodo, salen hacia la carretera con sus manos llenas de bolsas de plástico, eso es lo único que poseen, eso es lo que les dejó la inundación.
Cuando creo que he visto todo lo que podía ver, entro hacia la zona de Plaza Mocambo, en las colonias obseervo talleres, casas, iglesias, postes y cientos de árboles afectados por los vientos de Karl, los camellones sirven de basureros de los despojos de las ramas, colchones echados a perder, personas trabajando dentro de sus locales con el sol entrando por los agujeros que quedaron en los techos; y me pregunto... ¿A ellos quién los va a ayudar?, dudo mucho que el Chapulín; aunque los colorados andan gruesos repartiendo ayuda como en campaña, mientras que del otro lado hay quienes piden que no se confundan los colores con el apoyo, pero su reacción es lenta y no pueden igualarlos, sólo pueden politizar el asunto sin proponer soluciones serias, nuevamente la fidelidad le gana de calle al morboso populismo conservador de derecha.
Ya en el puerto, la percepción popular de lo sucedido es diferente a la acostumbrada, el jarocho que por naturaleza es indomable, desenfadado, echador, irónico y frívolo, hoy luce vapuleado, agachado, inseguro, temeroso de Dios, mucho más consciente de que ellos también son personas de carne y hueso, que pueden perderlo todo en un segundo, y se han dado cuenta de que de vez en cuando el todopoderoso también voltea la cabeza para otro lado dejando olvidado al "ombligo del mundo", hoy quedó demostrado que un poco de humildad no les caería mal, que desafortunadamente y contrario a lo que ellos siempre han creído, Dios no tiene orejas de donde tomarle.
Aún así, los ojos espantados del guardia que me atiende a la entrada del hospital más lujoso del Puerto -también afectado en sus instalaciones, por cierto-, me producen el sentimiento clásico de quienes sí hemos sufrido de cuando en cuando la furia de la naturaleza, un profundo sentimiento de afinidad une a todos los mexicanos, pero sobre todo, a los veracruzanos; me nace en ese momento hablarle por teléfono a uno, dos, tres y a más amigos para saber cómo están, algunos están bien, nada les pasó, otros, por el contrario, también lo perdieron todo, ofrezco lo que puedo, sólo me piden apoyo moral.
Me queda claro que por esta vez, la zona que más agradecida estaba con el Creador por haber sido colmada de bellezas, agua, paisajes, playas, parvadas de patos que retozaban en sus lagunas, en fin, ¡Hasta la cocina de allá es deliciosa!, hoy se encuentra bajo el agua, hoy los veracruzanos estamos de luto, decenas de familias han desaparecido en Cotaxtla, La Antigua, Medellín, Boca del Río, Actopan, etc., miles de casas, autos, electrodomésticos y demás completamente inservibles, pero en lo que más se nota la afectación es en la voluntad de la gente, es preocupante que los porteños parecen haber perdido la esperanza, la fe e incluso las ganas de salir adelante.
Por eso hoy, de regreso en ésta mi Córdoba completando a los 30, ésta Ciudad la que algún día la tierra se tragará sin dejar rastros de lo que alguna vez fuimos, me conduelo por lo que les pasa a mis paisanos, ahora sé que una desgracia, un desastre no sólo está en las noticias a miles de kilómetros de aquí, que le puede pasar a cualquiera, incluso a los invencibles jarochos; por lo que la cultura de Protección Civil no debe de tomarse como una moda, por lo que tenemos que prepararnos a tiempo, sobre todo en lo que a los cordobeses más nos ha afectado desde siempre: los terremotos.

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