Pues has de cuenta que un día un yucateco aborda el tren meridano (que ya no existe) y se chuta las cuarenta horas entre Mérida y la Ciudad de México para conocer la Capital...
Llega al Distrito y luego de bajarse del tren, camina hacia La Alameda Central y empieza a conocer que el Hemiciclo a Juárez, que la Torre Latino, que el Palacio de Bellas Artes, en fin...
Pero lo que más le llama la atención al paisa es ¡Las paletas de hielo!, "¡Mmmm, qué delicia!" dice y decide llevarle una a su mujercita, allá a Yucatán...
El caso es que ya que se iba, compra afuera de la terminal su paleta de limón y se la mete en el bolsillo trasero...
Luego de otras cuarenta horas, llega por fin a Mérida y le dice a su mujer "Hola Bosh, míra lo que te compré..." y se mete la mano a la bolsa... y exclama: "¡Malditos chilangos, por eso nadie los quiere, no nada más me robaron tu regalo, sino que me orinaron la bolsa, mae!".
Llega al Distrito y luego de bajarse del tren, camina hacia La Alameda Central y empieza a conocer que el Hemiciclo a Juárez, que la Torre Latino, que el Palacio de Bellas Artes, en fin...
Pero lo que más le llama la atención al paisa es ¡Las paletas de hielo!, "¡Mmmm, qué delicia!" dice y decide llevarle una a su mujercita, allá a Yucatán...
El caso es que ya que se iba, compra afuera de la terminal su paleta de limón y se la mete en el bolsillo trasero...
Luego de otras cuarenta horas, llega por fin a Mérida y le dice a su mujer "Hola Bosh, míra lo que te compré..." y se mete la mano a la bolsa... y exclama: "¡Malditos chilangos, por eso nadie los quiere, no nada más me robaron tu regalo, sino que me orinaron la bolsa, mae!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario